domingo, 7 de junio de 2009

Él callaba, si supieran...


En la novela de Antonio Muñoz Molina Plenilunio se plantea una tensa situación que puede ser explicada con conceptos pragmáticos, en concreto con algunas nociones sobre deixis. Un padre y su hijo están en el salón de su casa viendo el telediario; la presentadora da una noticia sobre un asesino, que ha violado y matado a una niña, de paradero desconocido. El padre comenta iracundo que ojalá cojan al culpable y lo castiguen; lo que no sabe es que el asesino es su propio hijo, que está sentado a su lado:

Estaba mirando a la presentadora rubia y repetía lo mismo, “ése muerto y matao, al garrote, en medio de la plaza, como antiguamente”. Él callaba, si supieran, la cara sobre el plato, mirando de soslayo el televisor, no queriendo mirar hacia la dentadura que tenía tan cerca, sobre el hule agrietado, y la madre lloraba, cuándo no es jueves, lloraba viendo la foto de la niña igual que lloraba en los seriales sudamericanos de después de comer.

Como se observa, el padre emplea la tercera persona para referirse al asesino (“ése [tiene que ser / acabar] muerto y matao”. La tercera persona se emplea para referirse a alguien que no está presente en el acto comunicativo; lo interesante en este caso es que junto al hablante se encuentra el individuo al que se refiere esa tercera persona “ése”. Puede imaginarse lo terrible que sería para el padre saber que el asesino es su propio hijo (de forma que “tendría” que utilizar la segunda persona, referida a “quien escucha”). De ahí que el relato siga: “Él callaba, si supieran…”

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