martes, 9 de junio de 2009

Resumen de lectura (Haverkate II)

Haverkate, H. (1987): “La cortesía como estrategia conversacional”, Diálogos Hispánicos de Amsterdam, 6, pp. 27-63.

Este artículo realiza una clasificación de las diferentes estrategias de cortesía. En primer lugar, diferencia la cortesía lingüística y la no lingüística, que se bifurca a su vez en la paralingüística y la no paralingüística. La cortesía paralingüística se manifiesta mediante signos gestuales que tienen una función comunicativa concomitante acompañando a signos puramente verbales.
La cortesía lingüística se bifurca en dos clases: la metalingüística y la no metalingüística. Aquella sirve a dos finalidades fundamentales: establecer o mantener un contacto social, por una parte, y observar las reglas de la etiqueta conversacional, por otra. En el primer caso el hablante se propone evitar la tensión psicosocial que se produce cuando en una situación comunicativa potencial deja de desarrollarse una interacción verbal. La cortesía metalingüística se manifiesta en dos tipos fundamentales de comportamiento interaccional: la comunicación fática y el respeto de la etiqueta conversacional. La comunicación fática es la realización verbal de las máximas “Sigue hablando” y “Evita el silencio”. La etiqueta conversacional está basada en máximas extrínsecas, como “No hables gritando”, por una parte, y en máximas intrínsecas, como “Corresponde a un saludo”, por otra.
La cortesía no es una propiedad de determinadas clases de oraciones, sino una propiedad de locuciones producidas en una situación comunicativa concreta.
El artículo también estudia la relación entre los actos de habla y la cortesía. Así, los actos expresivos como “agradecer”, “felicitar” y “dar el pésame” indican que la emoción del hablante hacia el oyente es de carácter positivo, aunque también puede ser de carácter negativo, como cuando se insulta, agravia y desprecia. Los actos comisivos como prometer o invitar son también ejemplos de cortesía positiva. Por su parte, el objetivo ilocutivo de los actos exhortativos es que el hablante emite una exhortación, esto es, tiene por fin influir en el comportamiento intencional del oyente: son actos opuestos a los anteriores.
Sobre la diferencia entre cortesía positiva y negativa, se indica que la cortesía negativa se deriva del deseo de cada miembro de la sociedad de que sus actos no se vean impedido por otros miembros, e influye básicamente en la realización de los actos exhortativos. La cortesía positiva se expresa por medio de fórmulas más o menos lexicalizadas; la cortesía positiva se manifiesta fundamentalmente en la realización de actos expresivos y comisivos y la negativa en la realización de actos exhortativos.
En cuanto a la relación coste-beneficio, el hablante que manifiesta una forma de cortesía positiva necesita invertir menos coste en la realización de su acto verbal que el hablante que manifiesta una forma de cortesía negativa.
Por lo que respecta a los actos verbales directos e indirectos, el autor señala que se ha sostenido la tesis de que la cortesía es el factor predominante en la realización de los actos verbales indirectos.
En cuanto a la focalización del hablante, puede ser de dos tipos, egocéntrica (incompatible con la expresión de cortesía, pues sirve para manifestar autoridad) y no egocéntrica. La no egocéntrica sirve para manifestar cortesía. Las expresiones referenciales correspondientes tienen un valor ritual, honorífico; pueden combinarse con cualquier clase de acto verbal y suelen reflejar relaciones sociales jerárquicas. Tiene que ver también con el uso de vocativos honoríficos. También existe la cortesía desfocalizadora, se debe a que la desfocalización puede definirse como una estrategia referencial que tiene como finalidad disminuir o silenciar la importancia del papel que juega la persona referida en el estado de cosas descrito, por ejemplo mediante el uso del pronombre reflexivo “se” o la desinencia de la primera persona del plural y la de la segunda del singular. El efecto perlocutivo en cuestión se produce minimizando o silenciando el papel que desempeña el hablante u oyente en el estado de cosas descrito.
En el plano ilocutivo, sorprende la variedad de realizaciones del acto exhortativo, pues el hablante tiene que invadir necesariamente el territorio intencional del interlocutor.

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