jueves, 28 de mayo de 2009

El flan de mi pueblo y la deixis



Mientras recojo la compra algo me llama la atención: en el cartón que recubre los flanes que he comprado en Eroski pone “Flan de mi pueblo”. Entiendo enseguida el interés de quienes decidieron llamar al flan marca blanca de Eroski “Flan de mi pueblo”: aparte de remarcar que el flan es “casero” (lo que está bastante lejos de la realidad, pero dejemos eso de momento), pretenden es aproximarse al comprador, resultar cercanos y familiares: de ahí la primera persona del posesivo “mi” que precede a “pueblo”. No es sólo flan de pueblo, sino flan de “mi” pueblo. Ahora bien, si esta frase, “flan de mi pueblo”, sonaría natural pronunciada por ejemplo por un señor que le lleva el postre a su vecina, que se dirigiera a ella diciéndole “te traigo flan de mi pueblo”, como marca de un producto de Eroski, si se reflexiona un poco sobre ello, resulta un tanto extraña. A nadie se le escapa que dichos flanes se han producido industrialmente; con otras palabras, que hay toda una empresa detrás y que, en fin, lo último que encontraríamos tras de todo el proceso de fabricación es una única persona a la que pudiese atribuir ese posesivo “mi”.
Lo que ocurre es que la deixis aquí nos está tendiendo una trampa: la deixis de persona relaciona el mensaje con las personas que intervienen en el acto de comunicación. Pero el receptor (por lo menos el receptor filólogo) se pregunta ¿a qué persona hace referencia este “mi”? ¿Cómo puedo pensar yo en un emisor individual de este enunciado, cuando lo que hay detrás de estos flanes es toda una cadena de producción?
Y, por cierto, no sabemos cuál será el famoso pueblo; pero está claro que los flanes no son su producto típico.

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